20 de febrero de 2020

DON NADIE

Sí, sé lo que estás pensando ahora mismo y estás en lo cierto. ¿Qué cuco/a eres, no? Efectivamente, Don nadie es el título de la novela que voy a publicar próximamente. ¡Ta-chaaannn!, misterio resuelto. Tengo que confesar que no fue el primer título que se fraguó en mi mente cuando empecé a imaginar la portada del libro. En un alarde de presunta originalidad, otro título creado a partir de un palabro compuesto, un tanto más excéntrico pero que me parecía novedoso y llamativo, se abrió paso antes por mi cabeza, incluso llegando a echar raíces durante un tiempo. 

Elegir un título para una novela no es nada fácil. ¿Quién te dice que aquel por el que finalmente te decantas es, a priori, el más acertado? Tienes la total libertad para atinar o para errar. Has de condensar el espíritu de toda una obra en pocas palabras; a lo sumo, en una breve frase que represente ese espíritu de una forma única. Es por ello que mi equipo de marketing y yo decidimos que... ¡¡JA!! No te habrás creído eso de que tengo un equipo detrás, ¿no?... Ey, ey, no te vayas todavía...

Confeccioné una lista con varios posibles títulos: Malas decisiones, Sueños varados (o a la deriva), La mecánica adversa, Malos augurios... Todos ellos igualmente válidos y sugestivos. Títulos, quizás más al uso, que ofrecen pistas de por dónde van los tiros o qué puede esperar de la historia el potencial lector. Cuando gente cercana me pregunta de qué va la novela contesto que, grosso modo, va sobre un joven que lo tiene crudo para salir adelante en plena crisis económica y al que aún se le complicará más la vida. Pero esa solo es la forma, la apariencia superficial que adopta el relato de la vida de este joven.
Todos hemos soñado alguna vez con llegar a ser alguien en la vida, si no ya con trascender de nuestra propia cotidianidad y dejar una huella o legado que nos sobreviva y perdure en el tiempo. A la postre, la mayoría de nosotros terminamos peleando en el anonimato simplemente por encontrar nuestro lugar en el mundo. Julio Iglesias no hay más que uno, pero cualquiera puede ser un don nadie. Por eso, Don nadie define mejor el espíritu de la obra y va más allá de esa forma a la que me he referido antes, llegando a la esencia de la historia y de la vida del protagonista.

Por cierto, el palabro compuesto que mencionaba al principio del artículo y que elegí en su día como título provisional es Decrepitópolis. Al final, me he conformado con meterlo en alguna parte del cuerpo del texto (jur jur jur, me tenía que salir con la mía).
En el siguiente artículo, publicaré la sinopsis de la novela para que te puedas ir haciendo una idea más concreta de la historia. Así que, ya sabes: stay tuned!















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