ENTREVISTA N.º 5
Una vez le oí decir algo así como que a él todo lo que le sucedía le parecía bien (creo recordar que con respecto a su paso por la cárcel y posterior exilio durante una etapa del franquismo), en el sentido de que no se dejaba amargar por la adversidad. Espíritu aventurero el suyo. Cuando le pasaron mi solicitud para hacer la entrevista, me dijo que le enviara las preguntas y que trataría de responderlas. Así lo hice, pensando que me estaba dando largas. Para mi sorpresa, volvió a contestar. Vaya que si contestó.
V. V.: He escuchado que se ha mantenido recluido en su casa de Castilfrío (Soria) desde el inicio del confinamiento. ¿Cómo lo ha llevado? ¿Qué es lo que más ha echado de menos?
F. S. D.: Pues lo ha oído mal... Desde el 11 de marzo hasta mediados de junio permanecí recluido en mi domicilio de Madrid. Sólo lo abandoné en dos ocasiones: una para hacerme el test y otra para ir a la peluquería. Lo llevé muy bien. Tengo vocación monástica. No hago vida social. No me gusta frecuentar los bares. No salgo mucho de casa. Tengo en ella cuanto necesito: libros, recado de escribir, mi hijo Akela, su madre, ... Mi secretaria vive en el mismo edificio y mi novia también. Mi caldo de cultivo es el silencio y mi líquido amniótico la soledad. Sólo eché de menos ir al cine, cenar una vez a la semana en algún restaurante japonés y follar. Durante esos tres meses me abstuve de hacerlo, por si acaso, aunque mi novia, que estaba dos pisos más abajo, sólo salía para hacer la compra. Escribí mucho. Me metí en Twitter. Fundé el semanario La Retaguardia. Terminé mi segundo libro de memorias, Galgo corredor. Los años guerreros. 1953 a 1964, que sacó Planeta en el mes de julio. Concedí muchas y muy largas entrevistas. Fue un período muy fecundo. A finales de junio me fui a Castilfrío y estuve allí hasta comienzos de diciembre, con algunas escapadas, ya en septiembre, octubre y noviembre, a Madrid. Dirigí un Encuentro Eleusino en Segovia en la penúltima semana de julio. Eso fue todo.
"Los críticos son traidores de clase: quisieron ser escritores, no fueron capaces y detestan a quienes sí lo fueron. Tienen muy mal gusto"
V. V.: Ha sobrepasado la barrera de los 80 años en un estado (físico y mental) envidiable, y no da la impresión de que haya renunciado a muchos placeres a lo largo de su vida. ¿Se ha tenido que privar de algo que en su día fuese irrenunciable?
F. S. D.: No. Nunca he dejado de hacer lo que me gusta, aunque siempre lo he hecho con cabeza y sin excesos. Jung decía que la vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir. Seguro que yo, de eso, no moriré, porque preferiría matarme a morir así. Si no miras a la muerte cara a cara, a quién diablos puedes mirar a los ojos. Por eso es tan importante clavar los tuyos en los de la mujer amada cuando se produce la explosión nuclear de un orgasmo compartido. Uno de mis lemas es el que los vecinos de Viena, en su época dorada, hicieron suyo: deja vivir a la vida. Tengo un hijo fantástico de ocho años y una novia guapísima de veintisiete. Follo con ella tanto y con el mismo vigor con el que lo hacía a los veinte años. Escribo y leo durante muchas horas al día. Como con apetito sibarita, bebo con moderación, hago ejercicio, planeo infinidad de cosas, siempre tengo la katana presta y la mano en su empuñadura, tomo de vez en cuando sustancias enteogénicas (LSD, setas, marihuana), guerreo en muchos frentes culturales y contraculturales, escribo cuatro columnas a la semana, intervengo en varios programas de radio... Viajo menos, eso sí, pero es en parte por el Covid y, sobre todo, porque ya no tiene sentido viajar en un planeta arrasado por el turismo. Pero tal como están las cosas quizá lo mejor sea ponerse el anillo de Giges y acatar el mandato de Epicuro: el de la invisibilidad. Para lo que hay que ver más vale que nadie te vea. Eso no significa vivir menos, sino exactamente lo contrario.
V. V.: ¿No se ha planteado escribir un libro enfocado en su filosofía de vida? Creo que sería un rotundo éxito y le convertiría a usted en una especie de gurú del bienestar y del desarrollo integral humano.
F. S. D.: ¡Pero si he escrito ya muchos libros así por no decir casi todos! El sendero de la mano izquierda, El camino del corazón, La del alba sería, Esos días azules, Galgo corredor, Shangri-La. El elixir de la eterna juventud... ¿Qué más quiere? ¿Que escriba las Tablas de la Ley como lo hizo Yavé? Nunca, como de sí mismo dijo Krishnamurti, he querido ser un gurú. Si acaso, tan sólo un pandit, que no busca ni admite discípulos. El bienestar del prójimo no me quita el sueño. No soy un político ni un filántropo. No socializo. No tengo semejantes. Ni siquiera me importa mi propio bienestar. No tengo más norte que el de la sabiduría, y ése es un bien que se adquiere, se administra y se ejerce a solas.
V. V.: Dicen que hablar a solas es un signo de inteligencia. ¿Se suele sorprender a sí mismo hablando en voz alta?
F. S. D.: Rarísima vez. ¿Para qué iba a hacerlo si toda mi literatura es soliloquio? No oficio en los altares de la comunicación, sino en los de la expresión.
"Cada persona tiene que encontrar su
propio camino sin papel pautado y a pecho descubierto"
V. V.: A estas alturas, ¿cuáles son los temas que interesan a Fernando Sánchez Dragó a la hora de escoger una lectura o de ponerse a escribir?
F. S. D.: La única literatura que de verdad me interesa es la autobiográfica, ésa que yo llamo egográfica y otros califican de no ficción. Lo demás son pamplinas para entretener a quienes se aburren en compañía de sí mismos. Todos mis libros son, en mayor o menor medida, egográficos y los que leo por devoción, y no por obligación, también. Cuando escribo lanzo el anzuelo a las sirtes de mi conciencia y siempre extraigo de ellas algún pez.
V. V.: Actualmente, ¿qué le motiva más, crear nuevas historias o echar la vista atrás y culminar sus memorias?
F. S. D.: Ya le he respondido. Yo nunca he creado historias, aunque a veces haya remodelado algunas al servicio de las mías. Calculo que aún me quedan por escribir tres o cuatro libros de memorias. Serán gruesos. No soy un velocista. Con esa tarea tengo más que suficiente para agotar el tiempo que me quede.
V. V.: ¿A quién le hubiera gustado entrevistar en sus programas? ¿Qué entrevista le ha quedado pendiente a Dragó?
F. S. D.: Ninguna, entre los vivos, que de verdad sea acuciante. Entrevistar sólo ha sido para mí un empeño anecdótico, no categórico. En todo caso, me gustaría entrevistar a gentes del pasado, pero tendría que hacerlo con un velador de tres patas, porque ninguna está viva. Bueno... Le pondré un ejemplo. Me habría gustado entrevistar a Mishima. Otro: Hemingway. Otro: Papini. Otro: Jung. Otro: Dante. Otro: Shakespeare. Otro: Montaigne. Otro: Virgilio. Otro: Henry Miller. ¡Ah! Y a Lenin, a Stalin, a Hitler, a Franco, a José Antonio...
V. V.: Aparentemente, usted lleva bien la crítica e incluso ha sabido sacar provecho de ella. ¿Cómo recomienda lidiar con la crítica?
F. S. D.: Lo mejor es ignorarla o tomarla a risa. Un escritor tiene que estar seguro de sí mismo. La crítica no añade nada a la literatura. Los críticos son traidores de clase: quisieron ser escritores, no fueron capaces y detestan a quienes sí lo fueron. Tienen muy mal gusto. Me interesa, eso sí, leer lo que los escritores escriben sobre otros escritores.
"Tengo (...) una novia guapísima de veintisiete. Follo con ella tanto y con el mismo vigor con el que lo hacía a los veinte"
V. V.: Uno de los mandamientos del decálogo del escritor de Hemingway dice: “Mézclate estrechamente con la vida”. En la práctica, ¿es este precepto compatible con lo absorbente que es la escritura?
F. S. D.: No sólo es compatible, sino que es imprescindible. Seguramente me ha oído usted citar alguna vez esta frase: "El arte empieza en aquel punto en que vivir no basta para expresar la vida". Si mi literatura es egográfica, ¿cómo podría yo escribir sin ella? ¿Habría escrito Hemingway Fiesta sin haber ido a los sanfermines?
V. V: ¿Le daría a un/a escritor/a novel algún consejo que no estuviese incluido en el decálogo?
F. S. D.: Por lo pronto, no diga usted eso de "escritor/a". Escritor es quien escribe, y eso incluye a los varones y a las mujeres. El lenguaje inclusivo, aparte de una ridiculez, es un veneno letal para la literatura. Dicho esto, añado que dar consejos me parece una intromisión rayana en la soberbia. Cada persona tiene que encontrar su propio camino sin papel pautado y a pecho descubierto. Mis dos únicos consejos son... Primero: no sigas consejos que no vengan de ti. Segundo (sólo para quien quiera ser escritor): escribe, escribe, escribe... Eso le decía a mi hija Ayanta cuando escribía su primera novela y me pedía árnica. Ahora se lo digo a mi novia, que también está escribiendo su primera novela, en la que yo soy el protagonista visto a través de las cartas de mi madre. Alta literatura la de esas dos mujeres. Ya se lo anticipo. Me gusta pensar que en ellas, sólo con mi ejemplo, he sembrado una semilla.
V. V: Y ya para concluir, Fernando, ¿ha leído últimamente algún libro o visto alguna peli/serie/documental que le haya llamado la atención y quiera recomendar?
F. S. D.: Tampoco suelo responder a ese tipo de preguntas. No soy un maestrillo de escuela. Claro que he leído últimamente muchos libros y he visto bastantes películas (o series), pero citar algunas implica excluir a las restantes, y eso no es justo. Quien busca, encuentra, y yo no quiero quitar a nadie el placer de esa búsqueda y la alegría del hallazgo.
Puedes encontrar más información sobre la vida y obra de Fernando Sánchez Dragó en los siguientes enlaces:
-Página Web:
-La Retaguardia:
-Encuentros Eleusinos:
http://www.encuentroseleusinos.com/
-Twitter:
https://twitter.com/f_sanchez_drago?lang=es
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